St. Wolfgang, 7 de mayo, 1945
Hoy nos llegó la información de la capitulación total de Alemania ante los Aliados, pero todavía no de forma oficial. Ésta se reportará hasta mañana, el día de la victoria. La guerra terminó. Dios mío, no lo puedo creer. También la pequeña Johanna ya lo sabe. Ojalá pronto tenga otra vez a su papá y podamos volver a casa.
Supuestamente los americanos ya mandaron a los soldados de vuelta, se ve pasar a muchos con todas sus cosas. Quizá Christian vendrá, espero que pronto. St. Wolfgang fue entregado hoy. No es posible comprender, entender que todo pasó. La alegría y la felicidad parecen imposibles y olvidadas, tantas víctimas, tantos muertos, y tantos más de los que se sabrá apenas ahora. ¿Vivirán la madre y la hermana de Kurt? ¿Y los muchos, muchos otros? Sería realmente una suerte. ¿Regresarán nuestros amigos? ¿Pero cómo nos encontrarán, a mí, aquí? Destrozados y envejecidos, más de la cuenta, por esta larga separación. Hoy fue una sensación completamente desconocida poder mirar a los aviones de caza ingleses sin sentir temor.
También a Johanna se lo tengo que explicar, que los aviones ya no tiran bombas, que sus tías ya no tienen que correr al sótano. ¡Pero sus muñecas sí deben seguir refugiándose en el sótano!
8 de mayo, 1945, 10:30 horas
Ahora realmente habrá paz, en una hora y media. Pero sin Christian no me puedo alegrar. La incertidumbre es terrible. La espera en otras circunstancias no me molestaría. Pero sólo cuando llegue Christian, o una noticia de él, podré alegrarme realmente.
Las actividades bélicas en Europa terminarán hoy, un minuto después de medianoche.
H.B.
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