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Mi abuela Hilda me contó que conoció a Kurt cuando iban a las juventudes socialistas y los campamentos de verano. Desde entonces ella conserva a sus amigos. Casi todos eran judíos que emigraron durante la guerra. Siguen escribiéndole y la visitan en Viena.

 

En ese tiempo mi abuela empezó a hacer fotos. Su padre le regaló una cámara. Aprendió a revelar y a imprimir las fotos en el sol.

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